domingo, 3 de enero de 2010

THE MIRACLE II. THE CONQUEST OF MOCLÍN.








Obró el milagro. Otra vez. Por segundo año consecutivo, el castillo de Moclín fue intimidado, asediado, tomado y firmemente conquistado. El punto de partida fue el mismo, el Polideportivo de Pinos Puente, además, en vísperas inmediatas de un partido de fútbol, no sabemos si de categoría absoluta o infantil, cadete, o vaya usted a saber. Como un auténtico reloj suizo, allí saboreaba su café nuestro amigo Txomin cuando algo más tarde de las 9.20 de este espléndido domingo Antonio y servidor nos personábamos en el ya habitual “meeting point”, el restaurante La Cruz De Granada. 3 íbamos a ser los intrépidos valientes que surcaran las tierras que separan Pinos Puente de la pequeña localidad –casi villa- de Moclín, sin olvidarnos de la singular Tiena, que en sus inicios nos obsequiaría con una colosal cuesta, que a la postre sería la antesala de la excelsa ascensión hasta la casa del Cristo del Paño. El resto de nuestros amigos, debido a diversas vicisitudes, no pudo acudir a esta ya mítica cita navideña.

Sería duro, difícil, casi épico… pero se barruntaba que el colofón final bien merecía un sufrido esfuerzo. De hecho, al principio, mientras apurábamos nuestros cafés, se comentaba abiertamente que había inquietud, temor, implorábamos respeto. El miedo a lo desconocido, algunos; el miedo al mal bien conocido, otros. La logística, pues, viendo la asistencia de corredores, sería bien simple. Dos coches irían a Moclín, uno se quedaría y tres tipos temerarios empezarían a correr una ruta que según mi no muy preciso recuerdo del año anterior, nos llevaría alrededor de una hora y veinte minutos, unos 16 kms en total. Y lo clavamos.
Antes de empezar, cuando conducíamos, el camino parecía interminable, con sinuosas curvas y un firme deteriorado y embarrado que poco contribuía al optimismo. Pero es cuando se puede divisar el castillo en nuestros horizontes cuando se puede comprender genuinamente la dimensión de tamaña empresa. Hasta ahí habría que correr, hasta ahí habría que subir. Y se subió. Y hasta se cantó el Himno de Ingenieros, ya imaginaréis por parte de quién. Pero cuidado, que la actuación se hizo a dueto, por momentos bastante bien coordinado. Txomin volvió a hacer alarde de su extraordinario momento físico y mental y acompañó al singular Antonio en sus conversaciones, cantos y proclamas bélicas, cuando fueron precisas. Y lo hicieron en el momento álgido, cuando más se subía, cuando los pulmones y el corazón pedían clemencia, cuando aun a sabiendas de lo anterior, nos restaban aún unos 3 kms para concluir nuestra particular odisea.
Llegamos victoriosos, eufóricos, como se esperaba. Una gran congregación de fieles feligreses acompañaba a este Cristo del Paño en esta cita dominical, algunos miraban con rostros de sorpresa, otros con indiferencia, pero de nuestra heroidicidad queda testimonio en las siguientes instantáneas que tomamos desde la cima. Poned vosotros los adjetivos que estiméis adecuados, pero la sensación de coronar el castillo de este pueblecito sólo puede ser definida correctamente si se experimente dicha ascensión. Y es una maravilla de la que un año más he sido partícipe. Y me alegro.