jueves, 20 de agosto de 2009

"Entrenar o no entrenar" por Jesús Lens


ENTRENAR O NO ENTRENAR.........

¡Esa es la cuestión!

Resulta irónico que la gente, mis amigos y quiénes algo me conocen, alaben mi fuerza de voluntad por salir a correr casi todos los días.

¡Almas de cántaro! ¡Inocentes!

Yo salgo a correr todos los días, a eso de las tres y media de la tarde, precisamente porque soy un vago, un disperso y un irredento procrastinador y, si al llegar a casa después de trabajar me aposento en el sofá, ya no me levanta de allí ni una grúa hidráulica: me engancho al portátil, pongo un disco, una película o me rodeo de libros y revistas... y hasta el día siguiente.

Pero me gusta correr.

Empecé a correr por una mera cuestión de salud: corría para quemar calorías y, de esa manera, poder comer todo lo que gusta... sin engordar más allá de lo razonable.

Pero luego me convertí en adicto. A correr. Lo que no es excluyente con ser un vago redomado. Porque no me gusta entrenar. Me cuesta Dios y ayuda. Y me da miedo. Lesionarme.

El martes pasado debería haber corrido. Pero tenía los gemelos acristalados, tras haberme pegado un trote desmedido el domingo anterior, de 24 kilómetros, algunos de ellos en sana y dura competencia con un pata pelá. Y fui prudente. Algo que no suelo ser. ¿O cobarde?

Me da miedo lesionarme y no poder salir a correr. Romper esa rutina que tan buenos resultados me da. Por eso me asustan las series, los entrenamientos en cuesta y demás exigencias a las que, para mejorar, debería someter a mis maltrechas piernas.

En mi rutina diaria, como la ducha o el lavado de dientes, está el correr. Sin correr no me siento yo mismo. Para escribir, para pensar y para ser feliz, necesito correr. Y, por eso, precisa y paradójicamente, ¡porque me gusta correr! no fuerzo, no me exijo y no me entreno como debería.

Y por eso, este año, tras la Maratón de Sevilla, apenas si he vuelto a competir. Competiciones en las que tu único enemigo eres tú mismo o, a lo más, el cronómetro. Pero ni por esas. La Maratón me dejó tan tocado, físicamente, que le vi las orejas al lobo. Y me dio miedo.

Por eso he seguido corriendo estos meses. Como siempre. Unos días más fuerte, los menos; y otros días más flojo, la mayoría. Y por eso sigo saliendo, casi siempre, sin reloj, sin pulsómetro, sin GPS. Sólo las zapatillas, el asfalto y yo mismo.

Además, y por respeto, apenas si he salido con Las Verdes, lo que me da mucha pena ya que, además de lo puramente deportivo, había muchos lazos afectivos que se estaban fraguando en ese fantástico grupo.

Y ahora que termina el verano, que vuelve la competición y que las Medias Maratones de otoño asoman en el calendario, me vuelvo a plantear la dichosa cuestión: ¿entrenar o no entrenar?

Jesús Lens, atlético-hamletiano.

lunes, 3 de agosto de 2009

ANTONIO EL MALVERDE (Con el permiso de Jesús Lens)

Al igual que vosotros, siempre he intentado ser un buen verde y creo que en parte lo había conseguido, no tanto gracias a mis méritos como a la benevolencia de nuestras reglas: que te gusten las verdes, esas cervezas Heineken que se tronaron en Alhambra 1925 con el fin de aumentar la dosis y acercarnos un poco más al terruño, y que disfrutes corriendo; solo o en compañía de los demás miembros del grupo. Pues bien, como decía, he puesto mucho empeño en cumplir con los requisitos del grupo, identificándome con las verdes y con sus buenas costumbres. Pero de un tiempo a esta parte, no sé, no me encuentro tan verde como antes, empiezo a sentirme un malverde (que bien mirado si Jesús Lens, como el mismo dijo, era un malverde esta nueva categoría no puede ser tan mala)


Para ser sincero, el primero de los síntomas vino de la mano del líquido elemento. De un tiempo a esta parte las 1925 han abandonado mi paladar, no, no es que no beba cerveza, lo que pasa que ahora vienen en un vaso de medio litro y tienen nombres infieles, y pese a dejarse beber con cierta facilidad hay que reconocer que en nada se parecen a nuestras 1925 (mientras escribo esto el recuerdo de una verde congelada se viene a mi mente y estoy como los perros de Pavlov). Además de un tiempo a esta parte, también, he abandonado la disciplina verde, ya no corro con el grupo. Pero el último de los elementos que me hacen ser un malverde es la infidelidad manifiesta. Sabéis que siempre he sido fiel a las verdes, a excepción de esa semiescesión representada por el grupo mañanero. Pues bien, me alegra comunicaros que ahora y hasta marzo de año que viene soy oficialmente un Headinton Road Runner de número.


Después de esta pequeña introducción os voy a contar qué tal mi experiencia con estos corredores. A pesar de que conocía su existencia de la última vez que estuve aquí, problemas de logística me impidieron unirme a ellos. Este año vivo a 200 metros de su lugar de reunión y no iba dejar pasar la oportunidad. El jueves pasado fui al centro deportivo desde donde comienzan sus rutas dispuesto a plantarme allí y decirles: Jau, corredor español desear unir vuestro grupo, aceptarme queréis. No, mi inglés no es tan malo. Estando allí con tiempo de sobra vi a un señor mayor (mas de 65) con la camiseta del club, me acerqué a él y fue muy agradable, me presentó al resto del grupo y me estuvo comentando algunas cosas del club: que son más de 300 corredores y que ahora mismo hay dos tipos de entrenamiento porque muchos de ellos están imbuidos en la preparación de un Maratón que hay aquí cerca. Aquel día, aparecieron más de 100 corredores por allí. Imaginaros, casi 100 corredores (y corredoras) que quedan todos lo jueves para tomar Oxford al asalto de zapatilla. Primero calentamos, se comentaron las próximas quedadas del club: series, tiradas de 27 Km para preparar el maratón y tiradas de 16 Km para el domingo. Tras esto se establecieron los grupos según ritmo y salimos al asalto. Yo, queriendo ser cauto, me quedé con los que iban a 5.30, prefería tomar contacto tranquilamente y aprovechar para charlar y enterarme de más cosas del club. Antes de salir nos hicimos una foto todos juntos; lástima que aún no esté colgada.


Lo pasé muy bien, el paso era excesivamente tranquilo pero me permitió charlar con muchos de ellos y disfrutar de los parajes que atravesamos; puro bosque y barro, por momentos parecía más un cross. Al terminar me tomé una cerveza en el club y charlé con algunos de ellos. De esta forma me enteré de en qué consistía su rutina de entrenamientos, quedando emplazados de nuevo para el domingo.


Esta vez habíamos quedado a las afueras de Oxford, con lo que además de correr me metí unos 15 Km de bici. Se presentaron cuatro corredores y tres corredores, contando conmigo, y tras las presentaciones salimos bordeando el Támesis. Fue una verdadera gozada, los parajes eran asombrosos, parecían los lugares donde se rodó Robin Hood, me sentía como Morgan Freeman cuando decía: sólo en mis sueños he visto lugares como este. Era bosque y naturaleza en algunos tramos la oscuridad casi nos envolvía pese a la amplitud del camino. Colinas arboladas sobre las que se divisaba el rio y la campiña inglesa y al fondo, imitando las copas de los árboles, las agujas de Oxford. Además Ian, el guía conoce perfectamente la zona y su historia, por lo que nos contaba, mientras corríamos, las historias de cada lugar, incluida la de la pequeña aldea que atravesamos. Si alguien quisiera conocer Inglaterra en su esencia no debería dejar de visitar estos parajes. Para mi fue una bonita experiencia, por un lado conocía mejor la región y su historia, me permitía relacionarme (algo que ya sabéis que no me va) con gente nueva, además en inglés y encima de todo corriendo. Me daba igual que el ritmo no fuese muy alto, al final salieron 15.5 Km a 4.50, lo importante era lo demás. Pero bueno, no os vayáis a pensar que todo es salir a rodar como un pisaparques cualquiera, me sigo metiendo ritmos altos; hoy sin más un farlek, total 13 km saliendo la media a 4:20.


Bueno amigos espero que extendáis mi infidelidad con las verdes y me recibáis a la vuelta, a ser posible como al hijo pródigo, puesto que aunque haya cambiado de grupo lo que más me gustaría sería poder compartir estas rutas con vosotros, si bien al terminar tuviésemos que destilar unas cuantas pintas de cerveza en vez de nuestras 1925.




Un fuerte abrazo de Antonio el malverde.