
Hay veces en que uno necesita un día entero para valorar en frío su actuación del día anterior en carrera. En principio un tiempo de 39 minutos en un diez mil llamémosle exigente es considerablemente meritorio, máxime cuando el espíritu competitivo no está a su máximo nivel, pero cierto es que he necesitado consultar la página de cronometraje de Gescon-Chip para verme reflejado en una primera página de clasificados generales absolutos. Puesto setenta y pico, veintitantos de mi categoría senior, una media de aproximadamente 3'50''/km. En fin, que no está mal, sobre todo cuando empiezas a cotillear los registros de compañeros de referencia y compruebas que a algunos les has vencido esta vez, otros te han vuelto a ganar por poco, otros son bestias y siguen en su línea y algunos se han desbocado definitivamente esta temporada y están sencillamente intratables (véase Miguel, del Club Atletismo Alcazaba Granada).
En un domingo gris plomizo, amenazador, desangelado , casi 700 almas hemos recorrido de nuevo las calles de Albolote en una muestra más de la fiesta atlética granadina que, por cierto, no sé si es impresión mía, pero está registrando una afluencia de corredores impresionante. Y remito a Armilla, donde nos congregamos casi 900 corredores. Ha sido mi tercera Villa de Albolote, mi mejor registro en estos más de 10.000 metros (unos doscientos metros más, según precisas maquinitas gps) y, qué demonios, ahora que lo pienso, mi mejor marca personal en esta distancia, porque si bien en Armilla registré 38 minutos, cierto es que le faltaban algunos metros para los diez kilómetros y que el perfil es más benévolo que el de ayer.
En Albolote vuelas si quieres. Te dejas caer y ves que en el km 7 marcas 27 minutos pelados, ves cifras de 3'31'' en el primer mil que asustan y la sensación de velocidad es considerable. Pero en Albolote también sufres, porque cuando empieza a subir, el jadeo se convierte progresivamente en asfixia y mantener el ritmo vivo anterior es harto complicado. Pero tienes que apretar los dientes y saber que las dos vueltas son así de sencillas: bajas, subes, después bajas y vuelves a subir, acabando la carrera dando una vuelta al estadio municipal que bien pudo haber sido mi mejor 400, adelantando a los dos jamelgos que me habían pasado en el km 8.
Partí sin táctica alguna. Últimamente me preguntan "¿qué vas a hacer, cómo vas a salir?" y respondo un lacónico "yo qué sé, según me vea". Contesto de corazón, sin falsa modestia, sin temores escondidos, es que realmente no lo sé. Llevo un año peculiar de entrenamientos y más raro aún en carreras, donde hasta ahora no me están saliendo las cosas nada bien. Siento molestias (¿os acordáis de los 1000 pequeños dolores?) en talones (sin remedio ya, creo), cuádriceps y peto siempre justo a mitad de carrera. Dejé atrás las series y volví a ilusionarme con la carrera. Ha tenido que ser Filípides (Mapoma) quien me vuelva a enganchar con fuerza a la disciplina y el rigor del entrenamiento de este tan ingrato deporte y el que, al mismo tiempo, me ha relajado, me ha hecho tomarme las cosas con calma, relativizando las carreras, las marcas, el implacable cronómetro. Me ha quitado presión, lo cual no deja de ser contradictorio, a sabiendas del temible maratón que me espera en Madrid, repleto de interminables avenidas ascendentes. Y sí, la sombra de Sevilla del año anterior sigue asomando su sombra, aunque ya menos.
Salí detrás de Blas, un corredor que personalmente me parece un portento de elegancia y eficacia. Lo he observado correr detenidamente y su pisada neutra es sencillamente perfecta; además mantiene una cadencia, un ritmo constante que sutilmente se incrementa que lo hace una presa casi imposible para mí. Durante 6 kms le estuve viendo la espalda, hasta que el infortunio se cebó con él y creo que fue su femoral izquierdo el que le hizo disminuir su hasta entonces imponente marcha. Espero que no sea nada, amigo.

Daniel Dojo, Daniel, Víctor, Onio, José Antonio, Compae Paco, junto a su hermano y sobrino, Miguel, José Palma, Mario, Luis Carlos (¡qué alegría!), Manolo Pedreira y muchos más amigos que seguro he olvidado nos citamos otro domingo cualquiera para hacer lo que nos gusta y acabar los kilómetros con una sonrisa en la boca. Sin excepción.