

Con tremenda ilusión y motivación me presentaba en Córdoba el último fin de semana de noviembre. Se celebraba la Vigésimo Quinta Media Maratón de dicha ciudad y ello iba a suponer el colofón triunfal a tres meses de duros y concienzudos entrenamientos. Como habréis apreciado, he usado hasta ahora el pretérito imperfecto, pero dándole un matiz hipotético. Quiero decir que de triunfo, nada de nada. Caca de la vaca.
Si quieres, anhelas y además confías en batir tu marca (al menos igualarla) hay ciertas cosas que no debes hacer el día de antes. Y no hablo EN ABSOLUTO de excusas, que quede clarísimo.
PROLEGÓMENOS. LA VÍSPERA
A mediodía llegábamos a Córdoba Pepe Villegas y su esposa Reme, Nuria y servidor, tras un viaje de más de 3 insufribles horas. Hospedaje en hotelito (no veas cómo impresionaban las fotos de internet y cuán diferente fue la realidad) y prestos a cometer el error atlético, si bien justificado. Error atlético porque la lógica dice que tu cuerpo se resentirá tras más de 6 horas de pateo intensivo por la ciudad califa, sin un calzado adecuado, ya que supone un cansancio añadido a lo que servidor ya arrastraba de antes; pero justificado, qué narices, porque la ciudad bien lo merecía, porque su gastronomía es excelente y el día era inmejorable para disfrutar e impregnarse de otros aires al tiempo que caminas tranquilo pero sin pausa. Y justificado otra vez porque no todo va a ser correr. A media tarde nos hicimos con los dorsales y obsequios y nos encontramos con el tercero en discordia y respectiva novia, Manolo y Carmen. Entre risas y buen rollo pasamos un sábado radiante, culminada con una buena cena. De ahí a descansar. O a intentarlo.
EL GALLO
Ya en la cama lo barruntaba. Diagnóstico: cansado. Dolor de rodillas, tobillos hinchados y una apatía atlética considerable. Dios, os prometo que esa noche me habría apetecido salir de marcha, beber, fumar y castigar el cuerpo, cualquier cosa menos madrugar al día siguiente para correr. El caso es que cuando el gallo cantó por primera vez di un respingo en la cama pensando que la hora había llegado. Eran las 3 de la madrugada. Maldito gallo. Volvió a cantar y volví a sobresaltarme. Eran las 3.25. Siguió con su ritual hasta las 6.30, cuando ya no pude hacer otra cosa que levantarme resignado, desvelado y hecho polvo, dispuesto a ponerme la indumentaria y las pinturas de guerra. ¿Guerra?
100% PROBABILIDAD…
…De lluvia. Eso habían vaticinado todos los telediarios, páginas webs meteorológicas y viejos del lugar con respecto al domingo. ¡Si hasta Julio Marvizón habría acertado! Que iba a llover lo sabíamos pero nadie nos avisó de que lo nos aguardaba el día 29 iba a ser la manta de agua más impresionante que he visto en mucho tiempo. Parecía increíble que se tratase de la misma ciudad que habíamos despedido el día anterior. Con pocas ganas nos fuimos los tres a ver qué pasaba. Tras desayunar en las inmediaciones de las pistas de atletismo donde empezaría y acabaría la batalla y convertir el Focus de Manolo en un improvisado probador donde cambiarnos, nos dirigimos al caos del guardarropa con nuestras bolsas, lugar en el que aguardaban casi 2000 personas apelotonadas, abriéndose paso a empellones, codazos y hasta rodillazos, intentando, bajo un toldo agujereado y por donde caían inmensos chorros de agua sobre nuestras cabezas, dejar sus mochilas. Nuestras pegatinas identificativas con el número de bolsa se nos desintegraron en las manos, así que desistimos y volvimos a los coches a dejar allí las bolsas. 9.55. 5 minutos para el comienzo de la carrera.
Empapados ya hasta la médula, las zapatillas caladas y los ánimos aplacados, y mis compañero me manifiestan la posibilidad de no correr y volver al hotel, porque esas no son condiciones ni para asomarse a la ventana. Momentos de zozobra y duda, pero nos dirigimos a toda leche hacia la salida, gritando y con ganas de guerra, qué demonios. Una marea multicolor por delante; otra por detrás. “¿Dónde estamos exactamente? ¿Vamos más hacia delante? Ya es la hora. ¿Ha sonado el disparo? ¡Sí! ¡No! Yo creo que van con retraso. ¡Mira, esos están corriendo ya! ¡Vamos, que ha empezado! ¿Pero qué hora es? ¡Me cagüen la puta!”. 10 minutos más tarde pasamos por el km 2, tratando de no matarnos, de no tropezar o no ahogarnos por los laterales de las calles (por donde se supone debes adelantar), con charcos que te llegan por los tobillos. O sea, que los dos siguientes hay que hacerlos en 3’30’’ para recuperar, pienso y hablo con Manolo. Es inútil, para entonces ya he perdido la intensidad y la motivación. Me pongo una braga para el cuello en la cabeza a modo de gorro. Estoy, como me dice alguien desde el escaso público, “bonico, bonico”.
Km 3.5. Manolo: “Javi, llevas el cordón derecho desatado”. Me agacho, cogo los dos cabos y compruebo atónito cómo mis dedos no pueden moverse, las manos se me han congelado casi, soy incapaz de echar el lazo a la puta zapatilla, la impotencia se apodera de mí y me quedo empanado perdido a la derecha de la calle, estorbando a corredores y en un punto de no retorno. Un minuto más tarde casi consigo echar un débil lazo y me lanzo a la caza de Manolo. Pepe iría más atrás, sin tantas agonías. Y ahí se acabó todo. En el km 11 compruebo que ya no puedo seguir a Manolo, que me duelen muchísimo los cuádriceps y que, en definitiva, la carrera había terminado para mí antes de empezar. Mi compañero de fatigas se me pierde en la distancia. Yo y mi gorro nos quedamos solos y tristes a librar la batalla contra los elementos y yo mismo.
EL DESENLACE
Una débil tregua de lluvia en el km 16 de apenas 2 minutos y poco más que contar. Ya he perdido la referencia de tiempo y mi cabeza está en otra cosa. Está en que me apetece correr por correr, hablando y disfrutando, en que seguiré entrenando por supuesto, en intentar conciliar ambas cosas, en rumiar constructivamente mi fracaso… Amigos, no me salió la carrera. No valen excusas. Como dije al encontrarme al final con las niñas, “no había tío para más”. Mi tiempo real, según Gescon-Chip, ha sido 1h27’35’’; Manolo ha hecho 1h26’’ y confirma su impresionante estado de forma -hubiese reducido un minuto en una carrera “normal”, y Pepe ha hecho 1h38’. También vi a Chomin, que está hecho un león, según creo recordar, hizo 1h28’. Vine a bajar de 1h25’ y se me ha quedado lejos, muy lejos.
Algo estoy haciendo mal, o mucho, no sé. El caso es que no veo mi horizonte atlético muy claro, que dentro de dos semanas viene Granada y que hasta entonces me lo voy a tomar muy pero que muy tranquilito.